● El investigador Xabier Itçaina compartió en la IBERO Puebla sus hallazgos sobre las dinámicas socioterritoriales de la economía social y solidaria en Europa del sur.
Como institución social y política, la Iglesia ha sido estudiada desde diferentes ámbitos a lo largo de la historia, gracias a su papel como detonante de cambios y reconfiguraciones en las dinámicas de un espacio determinado. Cuando se conjuga con modelos como la economía social y solidaria, los impactos en la vida comunitaria son diversos.
Es por ello que Xabier Itçaina, investigador del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS), ha dedicado años al estudio y exploración de estos impactos, mismos que fueron explicados en la conferencia Catolicismo social, dinámicas territoriales y economía social en la IBERO Puebla.
Para el doctor Gabriel Mendoza Zárate, académico de la Universidad Jesuita, esta investigación abre un amplio campo de estudios para aquellas personas interesadas en el estudio de las instituciones eclesiásticas. En el contexto mexicano, este recorrido histórico puede explorarse desde la autonomía de los pueblos originarios y comunidades indígenas.
“Xabier nos abre un gran panorama de investigación que podríamos seguir en la investigación, ya que no hemos investigado concretamente sobre el papel de la Iglesia en economía social”: Dr. Gabriel Mendoza Zárate.
Si bien las investigaciones de Xabier están centradas en el País Vasco y en Brescia, Italia, el experto afirma que su trabajo dio un acercamiento amplio al papel político y económico del catolicismo social que puede ayudar a su estudio en otros territorios.
Entre los principales hallazgos, Itçaina remarcó la pluralidad que existe en la matriz territorial católica en las regiones sudeuropeas. Si bien el compromiso del catolicismo con la economía social y solidaria se arraiga con las cooperativas obreras de consumo, hay variaciones internas que se adaptan a la comunidad en la que se inserta.
En ese sentido, el experto identificó cuatro enfoques base del catolicismo en los territorios estudiados que explican esencialmente su impacto, su configuración y la forma en que han incidido en el espacio. Estos también demuestran el estrecho lazo que tiene la Iglesia con diferentes sistemas políticos.
El primer enfoque identificado es el conservador, que se asocia con el conservadurismo moral y el liberalismo económico. Se rige por una ética personal del trabajo que no cuestiona el capitalismo como sistema, pero quiere moralizarse desde dentro con movimientos como el Opus Dei Comunione e Liberazione delle Opere.
La perspectiva comunitaria llega como contrapeso, pues rechaza el individualismo neoliberal y el pensamiento radical. En este eje predomina la intervención pública, en que la pobreza y el desempleo son vistos como formas de exclusión social. A diferencia de lo que ocurre en modelos asistencialistas, el enfoque comunitario busca promover el empoderamiento y de la inclusión social. Sus mayores aliados son las Iglesias diocesanas a través de sus congregaciones.
El enfoque radical —también llamado liberacionista— no considera la marginación social como el resultado fatal de un sistema socioeconómico, sino de un orden político-económico generado por estructuras dominantes que buscan mantener su posición de privilegio. Llama a un cambio radical del sistema con iniciativas de economía solidaria que no tienen relación formal con la Iglesia, pero surgen del encuentro entre economías alternativas y catolicismo social.
Por último, la economía de la comunión encuentra sus bases en un movimiento económico relacionado con lo religioso. Busca superar las desigualdades materiales con el reparto de beneficios como apoyo a las empresas, a los colectivos marginados, a la educación y a otros proyectos de creación de una nueva ética del reparto.
Bajo estas cuatro lógicas, la Iglesia pudo tener un rol importante no solo en la organización social, sino en la mediación y el control sociales. Esta incidencia no fue del todo impositiva gracias a que las propias comunidades aceptaban y buscaban la ayuda de estas instituciones dentro de los conflictos internos; pero cuando la intervención era por la fuerza, las contradicciones quedaron de manifiesto.
Para Xabier Itçaina, “no es tanto la presencia de los actores religiosos en la mediación lo que tendría o dejaría de sorprender, sino la visibilidad de su trabajo de paz que contrasta un poco con la discreción habitual que tuvieron a las mediaciones religiosas”, un rasgo que se acentúa gracias a la pluralidad de corrientes de fe.