¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?
Huejotzingo: tierra saqueada por su propia clase política
Por años, Huejotzingo fue tratado como un botín. La clase política local—esa que se reparte cargos, propiedades, influencias y privilegios como si fueran herencia familiar—convirtió la administración pública en un negocio privado. Lo que era de todos, lo usaron para pagar favores, financiar campañas, perpetuar redes de corrupción y saciar ambiciones personales.
A casi seis meses del inicio de la administración de Roberto Solís Valles, ha comenzado a salir a la luz el tamaño del desastre: un municipio hipotecado, drenado, endeudado hasta los cimientos. Lo que hay no es una transición de gobierno, sino una escena del crimen financiero.
Uno de los casos más indignantes es el de las condonaciones fiscales: entre 2023 y 2024 se condonaron más de 5 millones de pesos en impuestos prediales y sobre adquisición de bienes inmuebles. Además, se tiene registro de 1.7 millones de pesos más perdonados en 2024. ¿A quiénes se les condonaron? A los mismos de siempre: a los políticos de cuello blanco, a los “intocables” de Huejotzingo que por años han evadido sus obligaciones mientras exigen más recursos desde el poder. Y lo hicieron en violación al artículo 28 de la Constitución, que prohíbe estas prácticas. Un saqueo descarado.
La herencia no termina ahí. La nueva administración enfrenta 41 juicios laborales por un total de 38 millones de pesos. Demandas de personas que trabajaron entre 2014 y 2018, pero que se promovieron años después, en el periodo 2018–2020. Muchos de esos cargos fueron otorgados por compadrazgo, sin perfil, sin contrato formal, pero con la intención de cobrar después. Si el municipio pierde esos juicios, los pagará el pueblo. Una vez más, el costo de la corrupción cae sobre los hombros de los ciudadanos.
Y mientras los poderosos no pagan lo que deben, el sistema de agua está colapsado. El organismo operador de agua arrastra una deuda de más de 28 millones de pesos con Conagua, resultado de obras no comprobadas, pagos omitidos y desvíos cometidos durante varias administraciones. El agua, ese derecho esencial, fue usada como moneda de cambio para pagar favores de campaña. Hoy hay barrios enteros que no tienen agua desde hace años. Y mientras tanto, quienes provocaron este desastre siguen viviendo cómodamente, con sus salones, casas y residencias registradas como unidades habitacionales para pagar menos predial.
En el área de catastro, el desfalco continúa: más de 60 propiedades de la clase política no han sido actualizadas desde 2008. Pagan diez veces menos de lo que deberían. Es el mismo patrón: quienes más tienen, menos aportan. Y lo hacen porque saben que nadie los toca. Porque construyeron un sistema diseñado para protegerse entre ellos.
El caso del panteón municipal es otro botón de muestra: 38 lotes vendidos de forma irregular, en operaciones que representan un fraude por más de 760 mil pesos. Un cementerio convertido en negocio. Hasta los muertos les significan una ganancia.
Lo que vive hoy Huejotzingo no es una simple crisis de administración. Es el resultado de años de saqueo institucionalizado, de un sistema donde la política dejó de ser un servicio público y se convirtió en una maquinaria de despojo.
Frente a este panorama, la administración actual no ha optado por la ruta fácil de la indiferencia ni el silencio cómplice. Por el contrario, ha comenzado a documentar, denunciar y, sobre todo, a transparentar. Pero el reto no es menor: limpiar un municipio tomado por una élite que aún cree que Huejotzingo les pertenece.
Restaurar la confianza pública requerirá más que voluntad. Se necesitarán sanciones, justicia y una ciudadanía que ya no tolere el abuso como parte del paisaje político. Porque ya es tiempo de que Huejotzingo deje de ser tierra de saqueo y se convierta en un municipio que trabaje para su gente, no para sus caciques.
Y aquí la gran pregunta… ¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?
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