Con capacitación constante, equipo de última tecnología y, sobre todo, con una inquebrantable vocación de servicio, los integrantes del Heroico Cuerpo de Bomberos de la UNAM están listos para acudir a enfrentar cualquier situación.
Valor y espíritu de ayudar a los demás caracteriza a quienes ejercen esta labor día con día; algunos de ellos heredaron el oficio de sus familiares y hoy forman parte de la corporación.
Los 73 elementos que conforman el Departamento de Prevención y Combate de Siniestros trabajan los 365 días del año, los siete días de la semana, las 24 horas del día, para atender emergencias y prevenirlas.
En la Universidad, relata el comandante Roberto Hernández Camarillo, jefe del equipo, trabajamos como “bomberos prevencionistas”, es decir, se hacen estudios y análisis, en conjunto con personal de Protección Civil, y de ahí se establecen recomendaciones para mitigar y minimizar riesgos.
El Cuerpo de Bomberos de la Universidad Nacional cuenta actualmente con tres camiones motobomba, tres autotanques, seis unidades ligeras y una Polaris (vehículo más pequeño pero versátil, que “pasa por dondequiera porque es todo terreno”), señala el “jefe vulcano”. Incluso, está en funcionamiento la primera unidad motobomba que se tuvo en la Universidad, un camión American LaFrance 1963.
Con motivo del Día del Bombero, que se conmemora el 22 de agosto, añade que se cuenta con equipo de última tecnología: chaquetones, pantalones y cascos. “Antes, la carga del equipo de protección personal pesaba 14 kilos. Hoy hablamos de siete kilogramos; es más seguro y ligero”.
Dentro del campus universitario atienden, principalmente, incendios forestales en la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel e inundaciones, también acuden a servicios como conflagraciones de inmuebles, en las alcaldías Coyoacán, Tlalpan y Álvaro Obregón, de la Ciudad de México, y “donde la emergencia sea mayor”, en coordinación con los cuerpos de emergencia capitalinos.
El Cuerpo de Bomberos de la UNAM se fundó en 1973 con diez elementos y sus primeras instalaciones se ubicaban en lo que hoy es la Dirección General de Personal, relata el “jefe vulcano”. A partir de 1986 la Estación de Bomberos se ubica a un costado del Estadio Olímpico Universitario.
Más que combatir el fuego
Trabajamos para apagar incendios y también ofrecemos una variedad de servicios: atención a fugas de gas, accidentes automovilísticos, inundaciones, árboles caídos, recolección de fauna silvestre (como víboras o tlacuaches), rescate de perros y gatos, y “no hay día en que no salga algo”, relata el bombero Ricardo Varela Ávila.
El personal efectúa revisiones en cada dependencia universitaria de los sistemas contra incendios, hidrantes, extintores, rutas de evacuación y señalamientos, así como del manejo, transportación y almacenaje de sustancias químicas peligrosas. “Se hace un plan integral para tener seguridad dentro del campus”, precisa el comandante.
Como parte de las medidas preventivas se realizaron brechas cortafuego en la Reserva Ecológica y se instalaron siete tanques (uno con capacidad de 60 mil litros, otro de 40 mil, uno de 10 mil y cuatro de cinco mil) en lugares donde hay más incidencia de conflagraciones forestales. Gracias a acciones como esas, se han reducido los siniestros.
Los bomberos universitarios, además, brindan capacitación a trabajadores, estudiantes y personas interesadas en el uso de extintores y qué hacer en caso de incendio, fugas de gas o cortos circuitos, así como brindar primeros auxilios, en conjunto con personal de Protección Civil. Estas capacitaciones aumentaron en los últimos años; alcanzan la cifra de 35 mil al año.
Vocación y entrega
En la memoria de los bomberos universitarios quedan servicios “grandes”, como los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017, que “dejaron huella en nosotros y en los compañeros de aquel entonces -muchos de los cuales ya se jubilaron-, y una lección muy importante: prepararnos y ser más profesionales cada día, con entrega y cariño por nuestro trabajo”, señala Hernández Camarillo.
También rememora la explosión en la antigua sede del Instituto de Investigaciones Biomédicas, en las primeras horas del 1 de junio de 1998, así como algunos incendios forestales relevantes en la Reserva Ecológica.
En tanto, Varela Ávila recuerda que “los compañeros que estaban al momento del sismo de 2017 fueron los primeros en llegar al colegio Enrique Rébsamen”, donde ayudaron a rescatar los cuerpos de niños y adultos. Además, los bomberos universitarios salieron en auxilio de la población en otras entidades, por ejemplo durante el huracán Paulina (1997), que devastó el puerto de Acapulco.
Pero ¿qué se necesita para ser bombero y arriesgar la vida por los demás? Los estudios mínimos requeridos son de secundaria; por supuesto, eso no es suficiente, se necesita entusiasmo, capacitación, preparación, valor y espíritu de servicio a la sociedad.
Los integrantes de este heroico cuerpo tienen, además, algún oficio o profesión: herreros, carpinteros, mecánicos, albañiles, electricistas, arquitectos o ingenieros, gracias a lo cual “somos autosuficientes cuando algo se descompone”, destaca Varela Ávila.
Hace años, relata, un equipo de bomberos francés que estaba de visita actuó de la siguiente manera ante una estructura colapsada: “sacó planos, cortes y herramientas; aquí, con un serrucho, nuestros compañeros albañiles que sabían poner polines, tablas y demás, hicieron un apuntalamiento del edificio que los dejó asombrados. En la práctica somos muy eficientes; con lo que tenemos, sabemos trabajar”.
Para estos profesionales es, además, una cuestión familiar. El padre de Hernández (a cargo del Departamento desde hace 16 años) también fue bombero, al igual que dos de sus hermanos; “así me nació la inquietud”.
Ricardo Varela, con 33 años de servicio, ingresó cuando tenía 18 años de edad. Hoy, uno de sus hijos es parte del equipo. “Mi familia está contenta, aunque siempre con preocupación, porque sabemos cuándo salimos, pero no cuándo vamos a regresar”.
Orgullo puma
Suena la chicharra y en cuestión de segundos se preparan para atender el llamado de emergencia: se registra un “Beta 9”, es decir, una fuga de gas en una entidad académica de Ciudad Universitaria.
Luego de acudir a atender el evento, el teniente Arturo Bastida Camacho, a cargo del equipo, relata que se revisaron conexiones y llaves de paso en un laboratorio que presentaba olor a gas; el evento fue negativo a una fuga. “Posiblemente dejaron la llave abierta, así que recomendamos que el personal que vaya a hacer uso de ese espacio sepa cómo se cierran las llaves de paso y qué hacer para que no se provoque un accidente”.
A bordo de un camión motobomba, el maquinista explica que lo trata como si fuera suyo. “Nos sirve para cualquier emergencia y representa protección para los compañeros que van a mi mando. Debo estar listo; ellos dependen de mí, no puedo fallar”.
Todos los días revisa, por segunda vez después de que otro bombero ya lo ha hecho, que los niveles de agua, anticongelante y aceite sean los correctos. También supervisa las llantas, que las mangueras y las conexiones estén en buen estado, o que la fuente de poder arranque, hasta asegurarse que todo está listo para trabajar.
“Para mí, no sólo es un orgullo ser bombero, sino ser universitario, y más ahora que tengo a mi mando a personal. Me enorgullece saber qué hacer y así protegerlos en cada emergencia que atendemos”.
Ricardo Varela añade que cuando hay un incendio “es mentira que salimos sin miedo, somos seres humanos y sí lo sentimos”; lo único que hay que hacer es tomar todas las precauciones. Pero al mismo tiempo “se siente bonito salvar vidas y ser reconocidos por la sociedad. Es un honor cumplir otro año más y un logro estar aquí para celebrar, este día 22, otro Día del Bombero”.