Hoy nos queda claro que muy pocos creen en las encuestas que se publican en diferentes medios de comunicación.
Bien merecido se lo tienen los mercenarios que supuestamente miden la voluntad popular, con precios que van desde los 100 mil pesos, a nivel estatal en los municipios más chicos, y de hasta 300 mil pesos en los más grandes.
A nivel nacional ya ni se diga, gobiernos, candidatos y partidos políticos gastan verdaderas millonadas, para engañarse y tratar de engañar a la gente, mediante estos supuestos estudios de opinión, en los cuales reitero, ya nadie cree.
Pero, regresando al tema medular de esta columna, lo único que realmente reflejan las encuestas es que la candidata de Morena a la presidencia de la República, Claudia Sheinbaum, ya se estancó y no hay forma ya de que crezca, lo máximo a lo que puede y parece aspirar es mantener y administrar la ventaja que tiene, la cual es difícil de cuantificar.
Otra cosa que también es cierta es que Xóchitl Gálvez crece; pero, de manera lenta, no como debiera para cerrar la elección y poder obtener el triunfo.
El arranque de su campaña basada en el tema de la inseguridad bajo el lema “por un México sin miedo” fue un acierto, pero hace falta que se articule al del resto de los candidatos a las gubernaturas y el resto de los candidatos a los diferentes puestos de elección popular, diputados federales y senadores.
Pero el dato más revelador de todos estos estudios pagados es el hecho de que hay un altísimo número de personas que no contestan a los cuestionarios o dicen no saber por quién va a votar.
Esto último es el dato más rico y más revelador que se puede tener dentro de estos estudios de opinión, pagados y hechos a modo, porque todo mundo intuye que se trata del voto oculto, la llamada espiral del silencio.
Sin duda, esta es la auténtica realidad y lo que no quiere decir el oficialismo, porque saben que es lo único que puede cambiar el rumbo de la elección, y ese elemento es, la participación ciudadana, misma que aún no se sabe a cuánto va a ascender.
Los últimos antecedentes marcan una muy buena participación en las elecciones presidenciales de México, 1994 ha sido el porcentaje más alto de participación de la historia de las elecciones, con casi el 67 por ciento de los mexicanos yendo a las urnas.
Más adelante, 2000, 2006, 2012 y 2018 la participación ha sido superior al 62 por ciento, lo que ha servido por ejemplo para que el PRI perdiera la Presidencia de la República a inicios de este siglo y también para que la pudiera recuperar en el 2012.
Una participación superior al 65 por ciento de la población sería un buen escenario para la oposición, pero sería mejor aún, si fuera superior, por el simple hecho de que, si la gente sale a votar y se incentiva, es porque quieren el cambio de régimen.
Esto por supuesto no se da en automático y ahí es en donde entra la labor que tienen que hacer los candidatos de la oposición, para incentivar el voto de los ciudadanos y que vayan a urnas este 2 de junio.
El factor participación ciudadana es lo único que puede cambiar el rumbo de la elección, no hay de otra, independientemente de que la ventaja la tenga la candidata del oficialismo.
Si la gente sale a votar, no habrá forma de detener la avalancha ciudadana, la cual, de 62 para arriba, puede favorecer al bloque opositor, en contra de la movilización morenista.
El decir que este arroz ya se coció es un auténtico despropósito.
Bodas de odio. Esta telenovela es un clásico del año de 1983, producida por Caridad Bravo Adams, con Christian Bach, Frank Moro y Miguel Palmer como protagonistas y narra la historia de una mujer (Christian Bach) enamorada de un militar, (Frank Moro), quien es pobre y su familia la obliga a casarse con un rico hacendado (Miguel Palmer) para salvarla de la quiebra. Está demás decir, que la chica casada con el hacendado termina enamorándose de él.
Este clásico telenovelero me recuerda ahora, el romance que vive la 4T poblana con el morenovallismo, el cual como lo dije en una entrega del año pasado, está más vigente que nunca, luego de la muerte de Miguel Barbosa.
Esa columna de marras me trajo muchos problemas por decir, lo que hoy está a la vista de todos, el enorme romance entre quienes se combatieron a muerte en el 2010 y luego en el 2018 y que ahora no solo se acuestan juntos, sino que además ya se casaron.
No me queda más que felicitar a la afortunada pareja y decirles a mis amigos, señores, por favor, no se peleen por políticos, ellos siempre se van a terminar por poner de acuerdo allá arriba.
Que disfruten su romance y que avisen cuando ya vengan los bebés.