Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar las instalaciones del SENEAM, por las molestias que causaba el ruido de los aviones con la puesta en marcha del nuevo diseño y operación del espacio aéreo mexicano, previendo ya los vuelos que tendrían que operar en el aeropuerto de Santa Lucía, el AIFA, aeropuerto internacional Felipe Ángeles.
Estoy seguro que cualquier usuario de un avión comercial o privado, en cualquier ruta, de lo que menos se ocupa y piensa, es en cómo se manejan y distribuyen los tiempos, los despegues y aterrizajes en el espacio aéreo.
Entiendo que por la altísima responsabilidad que implica ser responsable de las vidas de tripulación y pasajeros, los que trabajan en el SENEAM, en especial, los controladores aéreos, deben ser personas altamente calificadas y muy responsables en el ejercicio de su función, por lo que no pueden estar largos periodos de tiempo controlando las operaciones aéreas.
El sábado pasado, como consecuencia de un cercano incidente entre dos aviones comerciales, renunció el Director del SENEAM, funcionario que tenía toda una carrera en esa aérea técnicamente especializada.
Las razones que esgrime para su renuncia son de carácter personal, pero dicha renuncia obliga a preguntarnos varias cosas.
¿Tuvo responsabilidad en el incidente? ¿Sabe si existe un conflicto entre los despegues y aterrizajes de los dos aeropuertos? ¿Alertó sobre la posibilidad de un incidente y no fue escuchado?
Las respuestas a estas preguntas podrían acercarnos a la realidad que se vive actualmente con la terca obsesión del presidente de que el nuevo aeropuerto sea utilizado, a pesar de las alertas escuchadas y de la negativa de las líneas aéreas a utilizar dicho aeropuerto, esgrimiendo fallas reales en la operación del mismo, lo que ha motivado a anunciar un decreto presidencial para reducir el número de operaciones en el aeropuerto internacional de la CDMX para obligarlos a trasladarse a Santa Lucía, aeropuerto que por cierto, ayer presentaba severas inundaciones en su interior.
El incidente comentado ha motivado diversas reacciones que deben ser atendidas y que van desde la comparecencia del titular de la secretaria de comunicaciones; la revisión a fondo de ese nuevo diseño para la utilización del espacio aéreo mexicano; un informe detallado de las operaciones, de la capacitación y evaluación de los controladores aéreos, así como la suspensión de las operaciones en el aeropuerto Felipe Ángeles.
El asunto no es menor y en caso de no prevenir lo prevenible, el gobierno tendrá una enorme responsabilidad por obsesión, displicencia o negligencia, dado que se sabe que en un año, se han conocido al menos, 30 reportes de incidentes aéreos.
Con la vida no se juega y un capricho personal en palacio no puede ser motivo de lo indeseable para nadie.
Si los desastres naturales, con su manejo posterior y con las decisiones erróneas que se toman, han motivado caídas de regímenes políticos o castigo electoral inmediato, imagínense un desastre causado por un error humano que se pudo haber evitado, si se hubiera atendido a tiempo.
Ya morena y sus autoridades cargan con la pesada losa de los 26 muertos con el fatal accidente de la L12 del metro hace un año, sin que haya responsables ante la autoridad, pero con un rechazo social importante para los responsables, Ebrard y Scheinbaum.
Las decisiones que se tomen en estos campos, deben ser técnicas y aplicadas con profesionalismo, sin buscar ahorrarse recursos para utilizarlos en otros programas o solo para obedecer la órden del jefe que no sabe nada más que echarle la culpa a las resistencias del conservadurismo.
Esperemos que no se tenga que lamentar un incidente con altas consecuencias, porque insisto, con la vida no se juega.