En 1997, un huracán de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson devastó la costa sur de México. El puerto de Acapulco, municipio de Guerrero, fue uno de los más afectados. Las lluvias torrenciales arrebataron la vida a cientos de personas y desparecieron el patrimonio de miles más. Los vientos sostenidos, de entre 209 y 251 kilómetros por hora, posicionaron a Paulina como un símbolo de resiliencia ante la tragedia.
Los tres niveles de gobierno, coordinados por el entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), atendieron a paso lento las consecuencias del fenómeno. Los daños estimados fueron cercanos a los 300 millones de pesos. El mapa urbano se modificó ante derrumbes, escurrimientos e inundaciones. Hasta hace unos días, la huella de aquel desastre natural aún era visible, y Otis la borró.
El ojo del huracán
Múltiples alertas se emitieron frente a la decimoquinta perturbación tropical de la temporada 2023. El cambio climático determinó el rumbo azaroso y puntual del que pronto sería Otis. Con un fortalecimiento veloz, lo que empezó como una tormenta tropical se transformó en un potente huracán. 12 horas de incertidumbre mermaron la precaución y cuando la noche del 23 de octubre cayó, el nivel 5 era una realidad.
A las 2:42 horas, el usuario de X (antes Twitter) @LugarIncorrecto publicó la primera imagen viral del suceso. En ella, la plaza comercial de Acapulco Galerías Diana, ubicada en la costera Miguel Alemán, presentaba graves afectaciones y un rededor irreconocible. De primera mano, se le acusó de montaje; no obstante, el tiempo le otorgó su veracidad. Sin duda, una fotografía que abanderó la marejada periodística y mediática.
Al amanecer, la desolación invadía a miles de personas. El paraíso del sol yacía en la catástrofe. Pocos dimensionaban el nivel de destrucción. Sin embargo, las víctimas tomaron el papel de comunicadores, pues la noción de la noticia se construyó gracias a ellos. Y aunque la infraestructura dañada impidió el flujo de información, algunos destellos lograron escapar de la crisis.
Karim de la Paz cuenta las horas sofocantes que su familia y él vivieron aquella madrugada. Así pues, es puntual revisar y analizar el comportamiento humano en las plataformas digitales. ¿Qué papel jugaron periodistas y usuarios en la fase poshuracán? Para ello, se citarán algunos ejemplos que conjuguen la respuesta.
Ciclón periodístico
Varios medios informativos dieron cobertura al hecho. Tal fue el caso de Milenio Televisión, quienes compilaban el material de afectados y lo complementaban con informes de especialistas, autoridades e instituciones. El noticiero vespertino con Magda González lo ilustró.
La zona hotelera recibió los reflectores en las primeras horas. El asilamiento impuesto por Otis a gran parte los habitantes exigía la pronta actuación de agentes gubernamentales y sociales. Esta disputa echó raíces en la política.
La presión periodística alcanzó Palacio Nacional. Andrés Manuel López Obrador recibió agudas críticas por una serie de decisiones cuestionables. Ejemplo de ello fue el atasco por deslaves en su traslado al puerto.
La sátira no se hizo esperar. Víctor Trujillo “Brozo” y Carlos Loret de Mola parodiaron el incidente del ejecutivo federal en su serie de Latinus. En este sentido, el huracán Otis mutaba en un fenómeno social de la virtualidad.
Los días pasaban y la única certeza era la indiferencia del tiempo. Páginas locales e informales daban espacio para las voces sensibles; no solo reportaron, sino que fungieron como servicio a la comunidad. Destacaron Quadratín Guerrero, Solo Acapulco, Acapulco Trends y perfiles personales de ciudadanos.
Micrófonos y cámaras se veían rebasados por la desesperación. Tuvieron que pasar los soles para que historias de vida brotaran de los escombros. En el proceso de concientización y visibilización, algunos reportajes se publicaron. León Krauze, en Univisión, construyó dos de estos.
El periodista atendió una petición en común: descentralizar la agenda mediática. Las afectaciones a la franja turística causaban ansiedad por las especulaciones hacia la periferia. Este tipo de trabajos brindaron cierto consuelo.
En otra línea, Alejandro Villalvazo recuperó el testimonio de algunos habitantes. Fuerza Informativa Azteca dio espacio a la realidad fragmentada y fracturada: vacío de la autoridad, inseguridad recurrente e iniciativas comunitarias.
El ciclón periodístico moldeó las opiniones. Tal fue el papel de los medios digitales, que el sufrimiento humano pasó a ser una tendencia pereciente del agotamiento. En adición, las réplicas a la prensa fabricaron un metadiscurso multidimensional.
Tifón mediático
El presidente de la República se mostró inconforme ante las coberturas de los medios. Los tachó de “buitres”. El juego de la información rebotó en el Estado, mismo que aportó al fenómeno social señalado.
La infodemia y saturación de contenidos sobre el tema atrasaron las acciones de ayuda. Algunas barreras cognoscitivas se levantaron; la ayuda tardó. Cifras y datos se relegaban a discusiones políticas; tan es así que, hasta hoy, el número de decesos es inexacto.
El canal SPR Informa hace un análisis tras el desate mediático. En cambio, El Sabueso de Animal Político da la vuelta y presenta una guía de ayuda para las buenas intenciones. Las iniciativas colectivas no se quedan atrás. En Puebla, un grupo de estudiante iniciaron centros de acopio.
Queda claro que fue una catástrofe de trascendencia histórica. Su eco es vital. Tal crítica radica en rescatar la coyuntura y seguir la labor consecuente. La huella de Otis será recordada.