El acceso a agua potable en México no es una garantía para al menos 12 millones de personas. Estas cifras, expuestas en el informe El agua en México: actores, sectores y paradigmas, reflejan una de las grandes ausencias en materia de derechos humanos de la nación. A esto se suma el estrés hídrico, que en el ranking mundial de World Resources Institute, México ocupa el lugar 24 de 169 países.
Las cifras son alarmantes, pues todo indica que para el 2040 México tendrá sequías considerables en casi todo el territorio. Pero no hay que viajar al futuro para ver los impactos de la falta de agua: Denise Soares Moraes, académica e investigadora mexico-brasileña, ha dedicado parte de su trayectoria a estudiar las desigualdades y problemáticas que devienen de la carencia de este recurso en la comunidad de El Mirador, de la sierra Nororiental de Puebla.
Como parte del Seminario permanente de mujeres, investigación y sociedad, del Departamento de Ciencias Sociales de la IBERO Puebla, la Dra. Soares Moraes expuso los resultados de su investigación enfocada a la desigualdad de género que deriva de la falta de agua y su saneamiento en la comunidad de El Mirador.
El principal hallazgo de la investigación fue que el no tener acceso al agua de manera equitativa y cotidiana, detona “la desigualdad entre hombres y mujeres en los territorios. Justamente restringen las oportunidades de las mujeres y también impactan sobre posibilidades de desarrollo de los territorios”.
Esto sucede debido a que el derecho humano al agua y su saneamiento tiene que ejecutarse considerando el territorio en que se aplica, quiénes lo procuran —en términos de recolección y gestión en los hogares— y la facilidad con la que la población puede acceder a esta, es decir, si tienen sistemas de drenaje o si cuentan con fuentes de agua potable disponibles y cercanas.
En El Mirador se obtiene agua a través del bombeo de una cisterna colectiva, o bien, desde el manantial de la región que está alejado de sus habitantes. Estos factores obstaculizan de manera considerable el acceso a agua potable en la cotidianidad, además de que limitan el consumo en los hogares.
La experta aclaró que no solo se usa para el consumo humano: “Se gestiona el agua para que todos los seres vivos puedan acceder a ella, no solamente los humanos. Esa es la realidad de las zonas rurales, y ese es un resultado interesante del derecho humano al agua”.
Por ello, “es necesario territorializar la definición de derecho en el agua. La restricción de usos del agua en zonas rurales, y sus usos exclusivos personales y domésticos, ponen riesgo otros derechos como el derecho a la alimentación”. A la par, al ser las mujeres quienes principalmente recolectan el agua, incrementan las desigualdades de género.