El pasado 27 de octubre se cumplió un año del inicio de era Twitter, con Elon Musk, el hombre más rico del mundo, como dueño. El recuento de los daños es sui géneris.
Desde el proceso de compra se advertía que sería una operación compleja. Tras una serie decisiones empresariales, como un intempestivo recorte de personal y ajustes en los gastos, se comenzaron a tomar decisiones sobre la plataforma, que no han terminado de cuajar.
Desde mi perspectiva, estos primeros 365 días son de claroscuros, con decisiones tomadas desde la entraña, más que desde un plan estratégico.
Sin duda, el logro más importante de la plataforma es mantener la audiencia, en aproximadamente 500 millones de usuarios a nivel mundial –más que un público abultado, se trata de un alto nivel de influencia-.
Aunque más de uno prendió una segunda velita, ante los rumores de una debacle o hasta la extinción de la interfaz del pajarito azul, no la abandonaron.
Para Linda Yacarino, CEO de la marca, este primer ciclo anual, tiene más luces que sombras. En un artículo publicado en el blog oficial, enumera en 23 puntos lo que define como las acciones para acelerar el futuro de la plataforma.
Destaca, por ejemplo, libertad de expresión, seguridad, el tiempo de uso, la verificación, suscripciones Premium, mensajería y llamadas.
Twitter no las ha tenido todas consigo; en este año, pese a la insistencia de Musk para que los usuarios sostengan la plataforma, por medio de suscripciones de pago, no han sucumbido ante la tentación.
En el intento desesperado por convencer a los twitteros de pagar para tener mejores condiciones de navegación y funciones de publicación, recientemente la plataforma lanzó una versión barata –tres dólares mensuales, unos 60 pesos- con la cual los usuarios podrán editar los tuits, subir publicaciones de más de 280 caracteres y videos nativos hasta de una hora.
Uno de los aspectos, que desde mi perspectiva, retrata el fracaso de esta nueva era de twitter es que, pese a que el cambio de nombre a X fue disruptivo y cubierto de cierto misticismo, seguimos llamándole twitter.