Por: Humberto Aguilar Coronado
El gobierno del presidente López Obrador entró en una vorágine de prisas que, como siempre sucede, llenan sus acciones de errores pequeños y hasta garrafales.
Al arranque de esta administración se planteó la idea de que López Obrador pasaría a la historia como el autor de una transformación de gran calado de la vida pública de México.
Se acuñó la frase que ha servido de slogan todo el sexenio y se sembró en el imaginario colectivo que este gobierno estaría a la altura de los momentos históricos fundacionales del México moderno: la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Sin embargo, desde el inicio el sello transformador del gobierno fue la destrucción.
La lógica del gobierno fue fundar su oferta transformadora en la destrucción de las instituciones desarrolladas a lo largo de la fase transicional de México.
A cambio, el obradorato intentó sustentar su oferta transformadora en el cambio de paradigmas en materia de salud, de seguridad pública, de atención a la pobreza y de combate a la corrupción.
Para la Salud Pública se apostó por cancelar el Seguro Popular y crear el INSABI y fracasó.
Para la Seguridad Pública se apostó, primero, por la creación de una Guardia Nacional de carácter civil y fracasó.
Para la atención de la pobreza se apostó por los programas asistenciales y ahora hay más pobres que al inicio del sexenio, por lo tanto, fracasó.
Para el combate a la corrupción se apostó por culpar a los gobiernos anteriores, pero fracasó porque este gobierno se perfila como el más corrupto de la historia.
Para la mayoría de los mexicanos, la transformación propuesta por López Obrador es un rotundo fracaso.
Y así, frente al fracaso, al presidente le entraron las prisas y hoy vemos a un gobierno que se salta, sin ningún pudor, todos los procedimientos legales para generar los planes de estudio que sirvan de base para la expedición de los Libros de Texto Gratuitos.
Ya no queda tiempo para cumplir la ley si quieren que López Obrador genere algún producto que le sirva para afirmar -desde el dogma- que la Nueva Escuela Mexicana ha sentado las bases para la construcción del Hombre Nuevo.
El paladín de las consultas populares y del gobierno que manda obedeciendo, decidió no generar las consultas que le impone la Ley General de Educación, con tal de distribuir libros de texto con los que se pueda argumentar que se ha consolidado una transformación de gran calado.
El ridículo de este esfuerzo es tan evidente que las redes sociales y los medios de comunicación están llenas de referencias a lo mal hecho del trabajo de la SEP, a los errores y torpezas de los editores y, sobre todo, a las violaciones legales que implican esos textos.
El absurdo es tan grande que la SEP decidió reservar por cinco años la información de las consultas públicas.
Es evidente que el gobierno de López Obrador pasará a la historia, sólo que no por las razones que él soñaba.
Primero su pretexto fueron los pobres, ahora su pretexto son las prisas.