Nombre de la columna: Punto y aparte
Autor: Maritza Mena
UN SOLO LÍDER
El carisma de Andrés Manuel López Obrador es innegable, también que resistió en un ambiente político, que en su tiempo, privilegió personeros y falsos liderazgos que ocuparon posiciones estratégicas.
El líder indiscutible es el hoy presidente de México, experto en comunicación política, quien sabe perfectamente el poder de los medios de comunicación y el impacto que tienen las redes sociales sobre la opinión pública, una que moldea a su antojo sin que exista un opositor que le haga sombra.
Mucho se ha dicho que la oposición política no cuenta con perfiles que estén a la altura, y en parte, existe razón en ello, porque desde hace tiempo se dejó de identificar talentos, impulsarlos y formarlos, ante el egoísmo mortal en el que muchos cayeron.
La educación socialista que se impartió en los primeros años tras la Revolución Mexicana creó una sociedad de libres pensadores, alumnos educados desde una visión integrada del ser, permitió pronto el desarrollo de líderes naturales que impactaron en la vida política de México.
El país se volvió un lugar de grandes exigencias; sin embargo, en 1968 después de varias movilizaciones en la Ciudad de México, que criticaban el autoritarismo del gobierno y pedían que se respetara la autonomía universitaria, así como la liberación de presos políticos, ocurrió la gran tragedia de Tlatelolco.
La educación impartida, de cierta forma, se había convertido en un peligro, un semillero de liderazgos y pocos resistieron.
Hubo también inconformidades ante el modelo denominado neoliberal, que se convirtió después en un régimen cuestionado por la complacencia a inversiones extranjeras y las reformas a la Ley que permitieron posteriormente que algunas paraestatales como Pemex, perdieran el control de varios procesos como conducción o almacenamiento.
La educación posteriormente cambió, consignas desde el poder en contra de las ideas democratizadoras y progresistas, hubo temor de los constitucionalistas, y Luis Donaldo Colosio Murrieta, no fue el único que tuvo un fin funesto.
A partir de los años 80 el escenario fue idóneo para la formación de una nueva clase política: técnica, con falta de ideología, personera o de relumbrón. Los dirigentes natos se acabaron y nadie procuró encontrarlos o formarlos, como se hacía en el pasado, por eso no hay quien pueda enfrentar al único líder nacional que sobrevivió de entre los turbios eventos de la historia de México.