Prostitución, desaparición y explotación sexual, principales efectos de la trata de mujeres

Prostitución, desaparición y explotación sexual, principales efectos de la trata de mujeres

  • Autoridades y sociedad civil han fallado en la prevención y atención a una problemática que nace de un tejido social erosionado y deriva en muy diversas formas de violencia.
  • Puebla es cuarto lugar nacional en trata de personas; se registraron 26 carpetas de investigación en el primer semestre del 2021.

La trata de personas es el tercer negocio ilegal más lucrativo en el mundo. En 2019, la CNDH documentó 5,245 víctimas de este delito, de las cuales el 85% son mujeres y niñas; tres de cada cuatro casos tuvieron fines de explotación sexual. La problemática, de alarmante recurrencia en Puebla, ha sido poco explorada por las autoridades tanto en sanción como en prevención.

Durante un conversatorio especializado de la IBERO Puebla, la Mtra. Rosario Arrambide González, directora del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE), aseguró: “El cuerpo de las mujeres sigue siendo un campo de batalla con fines de comercialización”.

Normalmente se aborda la trata de personas como una forma moderna de esclavitud. Para la Dra. Martha Torres, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana, se trata de una práctica histórica de dominación de los cuerpos femeninos. A mediados del siglo XIX se consolidó el concepto de “trata de blancas” debido a los movimientos de mujeres que buscaban frenar la explotación de sus pares exclusivamente europeas.

Fue hasta el año 2000 que la ONU emitió el Protocolo de Palermo, donde se entiende la trata como una secuencia de delitos interdependientes: la captación de las víctimas; el traslado (aislamiento del entorno inmediato), y la explotación. Esta última puede expresarse como prostitución, alquiler de cuerpos y producción de pornografía, entre otras modalidades de carácter sexual.

La trata parte de la denominada ‘tercia del poder’, integrada por patriarcado, capitalismo y colonialismo. Como explicó la Mtra. Edith Méndez, directora del colectivo Mujer y Utopía A.C. de Tlaxcala, estas estructuras permiten la dominación y justifican el apetito sexual de los hombres como una necesidad impostergable, lo que favorece la cosificación de los cuerpos desde temprana edad.

Al igual que el nivel socioeconómico y la etnia juegan papeles fundamentales en el fenómeno de trata, el aspecto tecnológico tiene un valor particular en tiempos recientes. De acuerdo con la ONU, al menos el 73% de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia digital.

La periodista Dafne Betsabé García comentó que las agresiones en el ambiente virtual pueden tener graves impactos en la vida de las víctimas fuera del espacio digital. “Aunque no haya un traslado o captación a las redes de trata, cuando se comparte el contenido [íntimo] de una mujer se generan efectos psicológicos y emocionales”. Iniciativas como la Ley Olimpia, aunque suponen pasos importantes, no han sido suficientes para disminuir los índices de impunidad.

El problema de la prostitución

La trata está directamente relacionada con la desaparición de personas, una problemática con especial agudeza en la zona Centrosur del país. Autoridades y sociedad han normalizado este fenómeno bajo las concepciones del amor romántico y la rebeldía de la juventud. “Es una grave violación a los derechos porque es una bola de nieve que no se está atendiendo”, argumentó Edith Méndez desde Tlaxcala, líder histórico de trata.

Desde su quehacer periodístico, Dafne García ha constatado una falta de bases de datos que permitan identificar las relaciones entre diferentes delitos contra las mujeres. En Puebla, entre 2019 y 2020 hubo casi 200 carpetas de investigación por agresiones contra la intimidad. En todo caso, las cifras oficiales disponibles suelen ser inferiores a la realidad por distintos motivos.

Otro asunto controversial en torno a la trata es la prostitución. Martha Torres reconoció que el concepto mismo puede utilizarse para derivar responsabilidades y revictimizar a las mujeres. De ahí que las posturas abolicionistas consideren que es imposible que el comercio sexual ocurra por voluntad propia.

“Las configuraciones del ser-hombre y ser-mujer las han subordinado a ellas en el orden social; conductas como la prostitución han sido normalizadas como consecuencia de esta jerarquía dominante.”

En cambio, perspectivas alternativas consideran que la reglamentación sería una forma de reivindicar la actividad como una fuente legítima de ingresos. Aseguró la académica: “Siempre se utiliza el cuerpo de las mujeres para el placer masculino. La línea que separa la prostitución de la trata de personas es muy borrosa”.

Edith Méndez rechazó la posibilidad de que la prostitución ocurra por voluntad propia puesto que, lejos de ofrecer condiciones dignas de trabajo, deshumaniza a la mujer y cosifica su corporeidad. Desde su perspectiva, la figura de un ‘cliente’ debería ser transformada a ‘prostituyente’ para enfatizar el acto violatorio de las libertades de las mujeres.

La situación no mejora en el contexto digital. Los sistemas de mujeres de compañía (escorts), así como el auge de plataformas de distribución de contenido íntimo como OnlyFans, representan espacios de amplio riesgo para las mujeres. “Se debe revisar qué causas ponen a las mujeres en estas situaciones. Si una persona decide vender algún tipo de servicio debería de tener acceso a información sobre cómo protegerse”.

El panel coincidió en que se deben mejorar los mecanismos de atención inmediata, investigación y reparación de daño, así como en los programas de prevención y pedagogía digital. A su vez, los mecanismos legales deben recibir un seguimiento puntual para garantizar un cumplimiento interseccional y culturalmente pertinente.

 

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