El dilema de encerrar la escritura creativa en las academias

  • La labor del nuevo literato debe partir de una teorización individual que proponga interpretaciones diversas a las grandes preguntas del mundo. Esto solo será posible si el ejercicio académico es libre y flexible.

 

La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL) celebró un ciclo de conferencias coordinadas por sus respectivos programas académicos relacionados con el arte literario y el pensamiento filosófico. Su objetivo fue reflexionar sobre el lugar y la función de la literatura entre las complejidades del mundo actual.

La creación literaria se compone de elementos históricos, teóricos y críticos. En su conjunto, estas perspectivas abordan al lector como elemento fundamental en el proceso de expresión, pues el contexto determinará la forma en que el texto impacta en el individuo y en el colectivo.

“Todos tenemos una idea de lo que es un lector […]. La labor del teórico es poner en duda estos conceptos”, aseguró la Dra. Ingrid Solana, profesora de la Maestría en Literatura Aplicada de la Ibero Puebla, en su conferencia magistral. A la pregunta teórica se suma el conocimiento histórico para construir una crítica de la literatura y sus elementos.

La labor de una persona dedicada a la academia y a la creación literaria se traduce en la generación de conocimiento. La experta indicó que la teoría abre las perspectivas necesarias para hacer las preguntas que detonan la creatividad, especialmente en tiempos en los que la producción literaria encuentra a autores con perfiles profesionales diversos.

Solana insistió en que cada generación de escritores está sujeta a un contexto de producción. Así, el perfil bohemio del romanticismo surgió en una época de desesperanza por la orfandad moral (la llamada “muerte de Dios”), mientras que las vanguardias recuperaron elementos de la vida en la posguerra. “El contexto va cambiando porque la historia va cambiando: somos historia”.

La literatura no escapa al conocimiento especializado. En la actualidad, la tendencia de los autores a profesionalizar su actividad creativa responde a la necesidad de encontrar nuevas formas de expresión determinadas por el contexto de producción, las demandas de la obra en sí y el contexto de recepción.

Desde el siglo XVIII, las academias se han constituido como espacios reguladores del conocimiento. En la actualidad, se les encuentra con mayor frecuencia en espacios universitarios dedicados a la generación de saberes. Ingrid Solana propuso que las academias flexibilicen su quehacer y se conviertan en espacios de encuentro entre el saber maduro y el saber joven.

Como entes políticos, las instituciones educativas ejercen papeles fundamentales en la sociedad. Expresiones como los movimientos estudiantiles y las huelgas, que nacen en las universidades, convierten a las casas de estudios en contenciones de la juventud o en semilleros de revolución, según sea su línea ideológica.

La ex miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte distinguió la figura del creativo como una persona que trabaja por su cuenta y difícilmente contará con ventajas socioeconómicas; el académico, en cambio, goza de grandes aspiraciones de ascensión social. Sin embargo, existen limitaciones: “[En México] hay una especie de desconfianza que se traduce en indolencia por parte del Estado. No hay aprecio hacia la educación”.

Una síntesis de ambas figuras, el creador académico, se caracteriza por el desarrollo de una experiencia a través de la palabra, misma que no está exenta de una marginación tanto económica como cultural. “La creación es el hallazgo de algo que solo determinada persona puede decir. No hay dos escrituras iguales”. El trabajo poético, concluyó, es una telaraña que representa aquello que escapa a la razón.

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